¿Te gusta comprar ciertas marcas de ropa, electrónica y electrodomésticos porque piensas que son una garantía de calidad o porque son actualmente las marcas más populares? ¿Ahorras tu dinero para comprar algunas de las marcas de ropa o zapatos más “de moda” pensando que te harán parecer más atractivo? ¿Vale la pena el precio que pagas por las diferentes marcas?
Neil Boorman, un periodista británico, era una persona que se había obsesionado con la adquisición de cosas de marca. Como niño se dio cuenta que llevar las marcas más de moda le ayudaba a ser más popular y aceptado por otros niños.
Todo empezó en el colegio cuando sus compañeros le hacían bromas de sus zapatos deportivos. No llevaba ni Adidas, ni Nike ni Puma en ese momento, simplemente unas zapatillas azules. Así que llegó a casa un día y suplicó a su madre que le comprara unas nuevas zapatillas “guay” (de una de las marcas populares en ese momento). El día que estrenó sus nuevos zapatos, con el logo tan deseado, inmediatamente se sintió más querido y aceptado por los demás estudiantes. Desde ese día Neil Boorman empezó a tener la obsesión de comprar productos de marca, la cual le duraría varias décadas.
Como joven profesional trabajaba duro para ganar dinero, no solo para vivir cómodamente sino para poder comprar los múltiples artículos caros que llenarían su armario y su hogar. Pensaba que estas prendas exclusivas de ropa, zapatos y aparatos electrónicos le mantendrían una alta autoestima. Eran su identidad. Pero estas compras compulsivas empezaban a causarle problemas económicos y deuda. Poco a poco se iba dando cuenta que este consumo obsesivo no le hacía más feliz. De hecho le hacía más miserable.
¿Qué es lo que decidió hacer Boorman entonces? Algo tan radical que el 99% de la población nunca haría. Decidió quemar todas sus cosas de marca. Cualquier objeto que poseía y que tenía una marca acabó en una enorme hoguera en el centro de Londres.
Entonces Boorman pasó un año sin marcas. Compraba ropa en tiendas de caridad o se la hacía hacer, compraba la comida en mercados locales y puestos ambulantes, incluso hizo su propia pasta de dientes para no comprar una de marca. Pasó el año sin mirar la televisión ni Dvd, ya que estos tienen marca. Como casi todo lo que consumimos tiene marca, la experiencia fue extremadamente difícil al principio pero al final se demostró a sí mismo que podía consumir para tener las necesidades básicas y no como una actividad de ocio sin sentido. Perdió peso, limpió las deudas y empezó una vida mucho más sencilla. En su libro explica su año de existencia sin marcas.
Quemar todas sus pertenencias parece muy drástico, y fue criticado por muchos, pero Boorman realmente hizo que la gente reflexionara sobre sus hábitos de compras y consumo en este mundo moderno y competitivo.